martes, 28 de junio de 2011

Origen e Historia de la terapia de sonido con cuencos tibetanos



El concepto del sonido como medio capaz de transportar el espíritu humano a un estado diferente de conciencia es tan antiguo como la propia humanidad. Es un concepto que se puede observar en cualquier parte, en todo momento, no sólo en el hombre sino también en animales. Los sonidos sin palabras transmiten mensajes que van acompañados por estados que se extienden desde la tensión a la relajación, inquietud por el sentido de bienestar.
Los animales pueden atraerse o ahuyentarse los unos a los otros, tranquilizándose o asustándose entre sí con sonidos. El hombre no es diferente. Toda madre está familiarizada con la comunicación entre ella y su nuevo hijo recién nacido. Responde inmediatamente al llanto del niño y su suave tarareo arrulla al niño al sueño. Esto no es nuevo; es un hecho de la naturaleza que todos podemos utilizar si tenemos la habilidad de producir sonidos. Lo que puede ser nuevo es que algunas personas, como también algunos animales, pueden producir sonidos utilizando objetos en vez de los órganos de sus propios cuerpos. Para empezar, el cuerpo produce muchos otros sonidos: latido del corazón, circulación, digestión.
Objetos exteriores al cuerpo también pueden producir sonidos, ya sea por sí solos o cuando los utiliza el hombre. Se pueden lanzar, agitar, golpear, soplar o frotar entre sí. Cada uno de estos sonidos tiene un efecto específico: te pueden poner la carne de gallina o simplemente producir un sentimiento placentero. Hacen aparecer sentimientos y también imágenes.






La música es el lenguaje universal.
Dentro de nuestro cuerpo hay música.
Nuestros órganos, células, los chakras, y sus elementos (aire, tierra, fuego, agua) emiten sonidos. A cada chakra le corresponden sonidos y vibraciones específicas.
Cuando todo en nuestro cuerpo está afinado se produce música.
Cuando se producen bloqueos, el cuerpo deja de resonar con el universo y con su entorno, porque pierde su sonido original armónico apareciendo la desarmonía.

Al aplicar sobre el cuerpo, ya sean los sonidos armónicos de los cuencos, o de la voz, por resonancia, el cuerpo reconoce los sonidos, identificando así el sonido armónico que le corresponde para reestablecer su equilibrio y armonía natural”.


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